La Montaña

Por: Roxana Vázquez Rueda.

Marcaba el reloj la mitad del día cuando tomé un asiento frente a las montañas de aquel lugar. Bastó sólo un pensamiento para contestar la pregunta que me había inquietado ya hace varios días: «Si, si era el momento de dejar atrás todo lo que no me permitía volar.»
Hoy no importó si había gente alrededor. Hoy las voces se fueron convirtiendo en murmullos que, susurrantes, sólo me decían que no estaba sola.
-¿Desea ordenar? -preguntó el camarero del lugar.
–Sí -respondí-. Por favor: un jugo de naranja, un plato de frutas bañado en yogurt y... déjeme la carta.
Otra vez volví a mirar al frente. Esta vez el impulso de disfrutar el aire en mi cara me hizo levantarme de la silla y dirigirme al ventanal abierto.
Recordé una historia que leí hace ya varios años, sólo que en esta ocasión era claro su significado...
Erase una vez una piedra que soñaba en convertirse en montaña (...) Llegó la primavera y se estacionó frente a ella trayendo toda una orquesta de luz, colores y sonidos; pero la piedra, inmersa en su sueño, no escuchó ni vio nada. Sólo un pensamiento la ocupaba: «Cuando sea tan grande como una montaña, me verán y admirarán.»
Llegó el verano, y las veredas se transformaron en follaje. Los árboles crecían, y los nidos, vacíos, anunciaban el curso de la vida; pero, tampoco fue testigo del acontecimiento. Siguió oculta en sus pensamientos soñando con ser montaña.
Hojas tendidas ante el beso del viento anunciaron la llegada del otoño; y la lluvia escarchada, la proximidad del invierno.
«¿Por qué no soy montaña? ¿Por qué debo vivir así, siendo una diminuta piedra?» –Se preguntaba mientras se marchaba el invierno.
Un día sintió un calor agradable y levantó la mirada. Vio al Sol sobre su cabeza y le saludó:
–Hola, ¿acabas de llegar?
–No. Son varios años los que he estado aquí. Dependiendo de la estación, me coloco detrás de ti, de frente o a tu lado.
-¿Y por qué no te había sentido?
-Estabas tan ocupada, que dejaste de sentir hace mucho, mucho tiempo. Preferiste cerrar los ojos perdiéndote de los obsequios que cada estación sembró bajo tus pies: La lluvia convirtió en lodo la tierra, el viento trajo semillas que yo mismo he cobijado, llegaron otras piedras,¿puedes creerlo?, buscando tu compañía.
¿Ahora que me sientes? -continuó el sol con entusiasmo- ¿Puedes abrir los ojos y ver?
La piedra se dejó convencer. Con curiosidad abrió los ojos y miró a su alrededor descubriendo con asombro: árboles grandes y pequeños, diversidad de flores con colores y aromas únicos, variadas especies de animales yendo en todas direcciones, el sonido del cauce de un río armonizando el lugar y, lo mejor, miles de piedras apiladas complementaban el paisaje que se desplegaba ante ella.
-¿Comprendes? -se mezcló la voz del Sol sin interrumpir su asombro-. La vida se mueve dentro de ti y no te habías percatado de ello.
-¿Soy yo? –preguntó y al instante no dudó en contestar- ¡Soy yo! Fui formada por el tiempo que se queda y transcurre. Por el frío y el calor. El sonido y el silencio. La frescura y el calor intenso. ¡Soy la semilla y el árbol! -y en un acto de absoluta conciencia afirmó-: ¡Soy piedra y soy Montaña!

Restaurante Shambhala. Hostal de la Luz


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